A continuación el artículo de Allan Astorga, geólogo, profesor de la UCR y Javier Baltodano, geólogo de CoecoCeiba sobre el cianuro, sustancia química utilizado en la explotación a cielo abierto - en este caso para el Páramo de Santurban, Santander - para separar el mineral de la roca, contaminando mortalmente el agua y afectando el medio ambiente.
El cianuro es una sustancia química compuesta por hidrógeno y nitrógeno que es conocida comúnmente por su letal característica de ser un veneno altamente tóxico. No obstante, es una sustancia que existe en la naturaleza y a la cual el ser humano le ha dado muchos usos, principalmente en la industria. En la minería metálica se aprovecha una propiedad que tiene para separar los metales, particularmente el oro, de las rocas molidas, mediante un proceso que se llama lixiviación. Este último proceso exige grandes cantidades de agua: para obtener, por ejemplo, 1,21 gramos de oro en Crucitas, se deberán triturar y tratar 1.000 kg de material (roca) utilizando 2.000 litros de agua.
Internacionalmente se acepta que el agua potable contenga cuando mucho 0,2 partes de cianuro por millón de partes de agua (0,2 ppm). A su vez, en el aire se permite como máximo 10 partes de cianuro por un millón de partes de aire (10 ppm).
La minería metálica utiliza para hidrometalurgia el 6% del cianuro empleado en el mundo, con lo que sustituyó al antiguo método de extracción por amalgamado de metales preciosos con mercurio. El cianuro no es persistente ni asfixiante, ya que en la naturaleza se destruye por acción de la luz solar (por medio del ozono), descomponiéndose por oxidación en gases de óxido de carbono y de nitrógeno.
Hay que tener mucho cuidado al manejar el cianuro, para efectos de prevenir el contacto dañino de parte de los trabajadores. Peligros: para las personas es muy tóxico por inhalación, en contacto con la piel y por ingestión. Causa quemaduras en la piel y ojos y hasta la muerte por ingestión directa. Una porción de cianuro más pequeña que un grano de arroz sería suficiente para matar a un adulto. La exposición a largo plazo a una dosis subletal podría ocasionar dolores de cabeza, pérdida del apetito, debilidad, náuseas, vértigo e irritación de los ojos y del sistema respiratorio.
Para el medio ambiente: en contacto con ácidos libera cianuro de hidrógeno, un gas muy tóxico. Para las plantas y los animales, el cianuro es extremadamente tóxico. Derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas. En cuanto a los animales, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos por litro son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.
En el proceso de lixiviación, para extraer el oro de unas 6.400 toneladas de roca molida al día, como en el caso de Crucitas, se requerirían 1.500 kilogramos de cianuro (según datos del estudio de impacto ambiental (EsIA) de Crucitas del 2002). Esto significa que en un mes se consumirían 45.000 kilos de cianuro y en un año cerca de 540.000 kilos. En 9 años, que es aproximadamente la vida útil del proyecto, se requerirían cerca de 5 millones kilogramos.
Todo el ciclo. Debido al carácter altamente tóxico del cianuro, el problema no lo representa solamente su uso en el proceso de extracción minera, sino todo su ciclo, es decir, desde su acarreo (vía terrestre o aérea) hasta la mina, su almacenamiento, su manejo, el procesado minero mismo, las emisiones gaseosas que se producen, las infiltraciones al suelo, las aguas residuales que se producen con cianuro y hasta los mismos desechos de rocas molidas, que quedan impregnados de cianuro y metales pesados liberados por el proceso.
En minería metálica se suma a esta problemática la cantidad de material que se procesa diariamente, que en el caso de Crucitas será de 6.400 toneladas diarias en promedio y durante nueve años. A diferencia de otras industrias, en minería, por el costo, los desechos tienen que disponerse lo más cerca posible de la mina. En Crucitas esos desechos (aguas y roca molida con cianuro y metales pesados, entre ellos se encuentran arsénico, antimonio, cadmio, cromo, plomo, níquel, selenio, talio, que serán naturalmente liberados por la molienda de la roca de la cual solo se extraerá el oro y la plata) se dispondrán en un lago artificial, de casi 150 hectáreas, el cual debería perdurar durante muchos años o décadas después de que la minera se haya cerrado.
Recientemente, en mayo del 2010, el Parlamento Europeo, en su Resolución Nº 2010-0145, declaró que “el cianuro es una sustancia química altamente tóxica utilizada en la minería del oro y en la directiva marco sobre política de aguas, está clasificado como uno de los principales contaminantes. Puede tener un impacto catastrófico e irreversible en la salud humana y el medio ambiente”. En esta misma resolución se establece que la minería no crea empleo real ni duradero y que “es una industria insegura”. Además, recuerda que hubo accidentes, y advierte que los seguirá habiendo. Se señala, además, que tanto la salud humana como el ambiente corren peligro con la minería en base a cianuro.
Recuerda que en los últimos 25 años se registraron más de treinta accidentes importantes relacionados con el uso de cianuro. También se reconoce que -a pesar de los controles, leyes y promesas empresarias- “no existe ninguna garantía real de que no se vuelva a producir un accidente semejante”.
Ante todo esto, se recomienda prohibir el uso del cianuro en la minería y se solicita una moratoria al 2011 para toda actividad minera con base en cianuro en el Viejo Continente. Aspecto que debe llevar a la reflexión a los países en vías de desarrollo, como Costa Rica, caracterizados, a diferencia de Europa, por contar con una legislación ambiental y minera más débil y permisiva, así como instituciones y entidades de control ambiental con capacidades muy limitadas y, para colmo de males, con condiciones ambientales y sociales mucho más frágiles (suelos tropicales muchos más vulnerables que los suelos en Europa, fenómenos climatológicos más impredecibles como sequía, o aumento importante del régimen de precipitación, sin hablar de huracanes, cuya ruta pasa al Sur de Nicaragua e impacta con su cola la Zona Norte).
Mal negocio. El caso de Crucitas es un ejemplo muy claro, pues además del enorme riesgo que implica el uso del Cianuro, durante casi 10 años de operación de la mina, en un sitio con precipitaciones del orden de los 3.500 mm/año o más, vulnerable al paso de huracanes, rico en recursos hídricos que drenan hacia el Río San Juan, un río limítrofe, lo que haría que un accidente de contaminación genere un problema ambiental, social y político de dimensiones colosales; también se suma el hecho de que para la ejecución el proyecto debe eliminar casi 200 hectáreas de bosque natural, con gran potencial de biodiversidad, mucha de ella ni siquiera registrada aun por el INBIO, un suelo de buena calidad, e impactar de forma directa dos acuíferos en el subsuelo. Todo esto, para extraer oro, cuyos principales y mayores beneficios se irán fuera del país, a las arcas de la empresa minera, dejando beneficios muy limitados a las comunidades -comenzando por un canon minero vetusto del 2% sobre regalías del Código de Minería, que el anterior Gobierno, en una propuesta de revisión, quiso rebajara a 1,5 %, y una situación incierta sobre los riesgos al que quedaría expuesta la laguna de relave una vez que la empresa se vaya dentro de 11 años. Recordemos que, mientras un cierre técnico de un relleno sanitario es de 15 años según nuestra legislación, en el caso de Crucitas están previstos tan solo 18 meses de cierre técnico. En otras palabras: "Una vez retirada la empresa, que corra el país con los problemas acaecidos, ya no es nuestro problema".
Crucitas y la lucha que se está dando por parte de la sociedad costarricense, que en un porcentaje cercano al 90% se opone a la minería metálica, es un símbolo no solo para Costa Rica, sino para muchos de los países tropicales y, en general, para los países en vías de desarrollo, de cómo un país puede hacerse respetar y obligar a que respete un modelo de desarrollo socioeconómico y ambiental, verdaderamente sostenible, y no solo basado en el beneficio de un reducido grupo bajo el sacrificio de una mayoría, incluso de aquellos que todavía no han nacido.
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